EL REDESCUBRIMIENTO DEL CATECUMENADO

Y LA APROBACIÓN DEL CAMINO NEOCATECUMENAL

 

Para entender el significado de la aprobación del Estatuto del Camino Neocatecumenal es necesario tener en cuenta algunas etapas históricas fundamentales que la han precedido.

 

1. Wojtyla y el redescubrimiento del catecumenado

 

Karol Woktyla, por su experiencia personal de la dictadura nazi, y luego de la comunista, ve la Iglesia circundada por una nueva ola de paganismo expresado en las ideologías totalitarias del siglo XX. En muchos discursos o actos de su pontificado resuena la memoria histórica de aquella Apocalipsis realizada, experimentada en su persona, que fue la tragedia de la Segunda Guerra Mundial, los lager, los gulag, los millones de muertos, las terribles injusticias.

 

"En el curso del siglo que acaba, jóvenes como vosotros eran convocados a reuniones multitudinarias para aprender a odiar, eran enviados a luchar unos contra otros. Los diversos mesianismos secularizados, que han intentado sustituir la esperanza cristiana, han demostrado ser verdaderos y auténticos infiernos".

 

La Iglesia y los cristianos son llamados a responder al peligro de una nueva barbarie mucho más grave que la antigua. Para Wojtyla reevangelizar significa alejar el fantasma de un nuevo apocalipsis que amenaza destruir al hombre y a la sociedad.

 

Por su formación filosófica, está atento a los fenómenos reales y, por tanto, al hecho de que la fe cristiana debe manifestar una nueva forma de vida, un nuevo modo de amar y de ser libre, no sólo un credo religioso. En el núcleo del pontificado de Juan Pablo II encontramos la visión de una Iglesia que, liberada de dudas o autocomplacencias y dejando atrás todo triunfalismo, anima un impulso evangelizador, la nueva evangelización, para reevangelizar países tradicionalmente cristianos pero que están volviendo a caer en el paganismo.

 

En 1952, Wojtyla, joven sacerdote, escribió un articulo extraordinario por su actualidad: "Catecumenado del Siglo XX". Reflexionando sobre la Vigilia Pascual, examina los signos que manifiestan la resurrección de Cristo: la luz, que brota radiante de la resurrección y permite contemplar la nueva vida, y el agua, el paso del Mar Rojo, símbolo del paso de la muerte a la vida. Por esto, en el centro de la noche está el Bautismo que es la posibilidad de un cambio de naturaleza, preparado por el catecumenado.

 

"... esta noche los catecúmenos deben nacer de nuevo, ... ¿Puede quizá nacer de nuevo quien ya está vivo? ¿Puede quizá existir una vida que no se ha experimentado hasta ese momento?... Porque creer en el Dios que Cristo anuncia como su Padre... no es sólo creer, sino nacer de nuevo...; sabemos que ... nos adherimos no sólo a una confesión, a una religión, sino que recibimos una vida nueva ...".

 

Uno de los padres conciliares que más contribuyó al redescubrimiento de la iniciación cristiana, y por tanto del catecumenado, fue un joven obispo polaco, entonces auxiliar de Cracovia, Karol Wojtyla. En su intervención en el aula conciliar en 1962, en la discusión sobre el texto de la constitución Sacrosanctum Concilium sobre la liturgia, Wojtyla sostuvo tesis que en aquella época eran revolucionarias.

 

"La iniciación cristiana no se hace sólo con el Bautismo, sino a través de un catecumenado durante el que la persona adulta se prepara a vivir su vida como cristiano. Por eso es evidente que la iniciación es algo más que la mera recepción del Bautismo"

 

Para Wojtyla este redescubrimiento del catecumenado que ampliaba el concepto tradicional de la iniciación cristiana, era de la "…máxima importancia sobre todo en nuestra época, cuando incluso las personas ya bautizadas no han sido suficientemente iniciadas a la completa verdad de la vida cristiana"

 

Incluso siendo testigo de la fe de la Iglesia polaca, Wojtyla veía sin embargo con claridad la fragilidad de la cristiandad frente a la secularización y a la apostasía del hombre moderno.

 

"Ciertamente nosotros hoy, en los países de la vieja cristiandad, sobre todo en los países de Europa, advertimos el agotamiento interno de nuestro cristianismo, que debería ser el fruto de nuestro Bautismo.

 

Estamos viviendo en un período de descristianización; parece que los creyentes, los bautizados hace tiempo, no están suficientemente maduros para oponerse a la secularización, a las ideologías contrarias no solamente a la Iglesia, a la religión católica, sino a la religión en general, ideologías que son ateas, e incluso anti-teístas".

 

Wojtyla subrayaba por tanto dos aspectos profundamente nuevos:

 

1. Que el catecumenado no era una catequesis doctrinal (como en general era vista la preparación al Bautismo en aquel tiempo) sino un proceso existencial de inserción en la nueva naturaleza de Cristo, caracterizada por la capacidad de amar incluso a los enemigos.

 

2. Que el catecumenado, es decir el proceso que preparaba al Bautismo, era tan esencial para el proceso de iniciación como el sacramento mismo.

 

Analizando la Iglesia primitiva, Wojtyla descubre por tanto que al centro de la evangelización estaba el testimonio personal y el catecumenado. Precisamente porque se encuentra de nuevo en un mundo pagano, la Iglesia debe recuperar el catecumenado que en la Iglesia primitiva era el eje de la evangelización.

 

2. La reintroducción del proceso Neocatecumenal, incluso para los bautizados

 

Al término del debate conciliar sobre la constitución de la liturgia, una de las decisiones más importantes del Concilio - quizá poco notada en aquel momento - fue precisamente la de restablecer el catecumenado de los adultos como un proceso de gestación para recibir gradualmente una vida nueva (Sacrosanctum Concilium n. 64). Esta decisión condujo algunos años después, en 1972, a la promulgación del Ordo Initiationis Christianae Adultorum (OICA), es decir, del Ordo o esquema que regula el proceso de la iniciación al Bautismo de los adultos.

 

El capitulo IV del OICA propone incluso la utilización de algunos ritos, propios del catecumenado, para la catequesis de adultos bautizados pero no suficientemente catequizados.

 

En los años sucesivos este punto, todavía marginal, empezó a tomar cada vez mayor importancia en los documentos magisteriales.

 

Pablo VI en 1975, en la Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi, en el párrafo 44 concluía:

 

"Es ya evidente que las condiciones actuales hacen cada vez más urgente que la instrucción catequética sea dada en forma de un catecumenado"

 

Posteriormente, en 1979, Juan Pablo II, en la Exhortación Apostólica Catechesi Tradendae, en el párrafo 44, había dicho:

 

"Nuestra preocupación pastoral y misionera… se dirige a quienes, a pesar de haber nacido en un país cristiano, e incluso en un contexto sociológicamente cristiano, nunca han sido educados en su fe y, como adultos, son verdaderos catecúmenos"

 

Finalmente, el Catecismo de la Iglesia Católica, publicado en el año 1992, en el número 1231, ha formulado explícitamente la necesidad de un catecumenado post-bautismal para todos los bautizados:

 

"Por su naturaleza misma, el Bautismo de los niños exige un catecumenado postbautismal. No se trata sólo de la necesidad de una instrucción posterior al Bautismo, sino del necesario desarrollo de la gracia bautismal en el crecimiento de la persona"

 

En pocos años se ha pasado del capitulo IV del OICA, que sugería sólo la posibilidad de usar algunas partes del catecumenado para los adultos ya bautizados pero no suficientemente catequizados, a una formulación que propone para todos los que han sido bautizados de niños, la necesidad de un catecumenado post-bautismal.

 

No sólo el magisterio ha acogido las ideas expresadas por Wojtyla como joven sacerdote, y después en el aula conciliar, sino que la restauración del catecumenado para los bautizados ha llevado a formular la necesidad de que los cristianos ya bautizados redescubran la fe a través de un itinerario catecumenal, de manera de que sean capaces de responder a los desafíos actuales.

 

Así, un documento que restablecía un proceso olvidado durante siglos para el bautismo de los paganos, ha acabado por ser central en la vida de los bautizados.

 

3. El Camino Neocatecumenal, fruto del Concilio Vaticano II

 

Mientras Wojtyla y el Concilio, y posteriormente el magisterio, redescubrían la centralidad del catecumenado en el proceso de evangelización de los no bautizados y, gradualmente, también de los bautizados, en un barrio de barracas de la periferia de Madrid, estaba teniendo lugar una experiencia concreta de catecumenado post-bautismal, gracias al trabajo conjunto de Kiko Arguello y Carmen Hernández.

 

Kiko Argüello, un pintor español, tras una crisis existencial, descubrió en el sufrimiento de los inocentes el tremendo misterio de Cristo Crucificado, presente en los últimos de la tierra. Esta experiencia le llevó a dejarlo todo y, siguiendo las huellas de Charles de Foucauld, se fue a vivir entre los pobres de las barracas de Palomeras Altas, en la periferia de Madrid.

 

Carmen Hernández, también española, licenciada en química, que había estado en contacto con la renovación del Concilio Vaticano II a través de Mons. P. Pedro Farnés Scherer (liturgista) y que, llamada por el Obispo, estaba tratando de formar un grupo para evangelizar a los mineros de Oruro (Bolivia), conoció a Kiko Arguello.

 

El temperamento artístico de Kiko, su experiencia existencial, su formación como catequista en los Cursillos de Cristiandad, el impulso de evangelización de Carmen - formada en el Instituto de las Misioneras de Cristo Jesús -, su preparación teológica (licenciada en Teología) y su conocimiento del Misterio Pascual y de la renovación del Concilio Vaticano II, unido al ambiente de los más pobres de la tierra, constituyeron el humus, el laboratorio, que dio lugar a una síntesis kerigmática, teológico-catequética, que es la columna vertebral de este proceso de evangelización de adultos, en que consiste el Camino Neocatecumenal..

 

Mediante la colaboración de Kiko y Carmen empezó a tomar cuerpo un itinerario de formación de tipo catecumenal.

 

Este modo concreto de realizar un catecumenado post-bautismal, llegó a conocimiento de la jerarquía, en primer lugar del arzobispo de Madrid, Mons. Casimiro Morcillo, quien, visitando las barracas, constató la acción del Espíritu Santo y lo bendijo, viendo en él una actuación del Concilio, en el que había participado como uno de sus secretarios generales.

 

Posteriormente, en 1972, el neocatecumenado fue estudiado a fondo por la Congregación para el Culto Divino que estaba a punto de publicar el OICA.

 

El entonces Secretario de la Congregación, Mons. Annibale Bugnini, y el grupo de expertos que estaban con él, quedaron impresionados al ver que lo que estaban elaborando desde hacía algunos años sobre el catecumenado para los adultos, el Espíritu Santo, partiendo de los pobres, lo estaba ya llevando a la práctica. Después de dos años de estudio de la praxis litúrgico-catequética del Camino Neocatecumenal, publicaron en Notitiae, la revista oficial de la Congregación, una nota laudatoria de la obra que estaba desarrollando el Camino Neocatecumenal en las parroquias, reconociendo en éste un don del Espíritu Santo para llevar a la práctica el Concilio. Con la Congregación se acordó el nombre: Neocatecumenado o Camino Neocatecumenal.

 

En 1974, diez años después del nacimiento del Camino, el Papa Pablo VI recibía en audiencia a Kiko, Carmen y el P. Mario con los párrocos y catequistas, reunidos en Roma y, frente a algunas acusaciones que insinuaban sospechas de anabaptismo, de querer repetir el Bautismo, el Papa replicaba con gran fuerza y claridad:

 

"... vivir y promover este despertar es lo que vosotros llamáis una forma de ‘después del Bautismo’ que podrá renovar en las comunidades cristianas de hoy aquellos efectos de madurez y de profundización que en la Iglesia primitiva se realizaban en el período de preparación al Bautismo. Vosotros lo hacéis después: antes o después, diría, es secundario. El hecho es que vosotros miráis a la autenticidad, a la plenitud, a la coherencia, a la sinceridad de la vida cristiana y esto es un mérito grandísimo, repito, que nos consuela enormemente... "

 

3. El encuentro de Juan Pablo II con Kiko y Carmen

 

El 5 de septiembre de 1979, Juan Pablo II, elevado poco antes al pontificado, se encontró personalmente con Kiko, Carmen y el P. Mario, y les invitó a la Misa celebrada por él en Castelgandolfo.

 

El encuentro con Kiko y Carmen representó para el Papa una respuesta concreta a su intuición sobre la centralidad del catecumenado para la nueva evangelización: después de la Misa, dijo que, durante la celebración, pensando en ellos, había visto: ATEÍSMO-BAUTISMO-CATECUMENADO, expresando la convicción de que, frente al ateísmo, el Bautismo tenía necesidad de ser redescubierto a través de un catecumenado.

 

El 2 de noviembre de 1980, tuvo lugar el primer encuentro público de Juan Pablo II con Kiko, Carmen y el P. Mario en la parroquia romana de los Mártires Canadienses que había sido la primera en Italia donde, doce años antes, se había abierto el Camino Neocatecumenal. Hablando a las comunidades neocatecumenales, el Papa dijo:

 

"Vivimos en un período de enfrentamiento radical que se impone por todas partes... fe y anti-fe, evangelio y anti-evangelio, Iglesia y anti-Iglesia, Dios y anti-Dios ... no puede existir un anti-Dios, pero se puede crear en el hombre la negación radical de Dios ... En nuestra época tenemos necesidad de redescubrir una fe radical, radicalmente entendida, radicalmente vivida y radicalmente realizada ... Yo espero que vuestra experiencia haya nacido en esta perspectiva y pueda llevaros a una sana radicalización de nuestro cristianismo, de nuestra fe, a un auténtico radicalismo evangélico".

 

El 31 de enero de 1988, en el encuentro con las comunidades neocatecumenales de la parroquia romana de Sta. Maria Goretti, Juan Pablo II formuló, con mayor precisión aún, la importancia del Neocatecumenado para la Iglesia:

 

"A través de vuestro Camino y de vuestras experiencias, se ve qué tesoro ha sido para la Iglesia el catecumenado como método de preparación para el Bautismo. Cuando nosotros estudiamos el Bautismo, ... vemos más claramente que la práctica en el día de hoy es cada vez más insuficiente, superficial. ... Sin el catecumenado previo, esta práctica es insuficiente, inadecuada, para el gran misterio de la fe y del amor de Dios que es el sacramento del Bautismo.

 

... Yo veo así la génesis del Neocatecumenado: uno - no sé si Kiko o algún otro - se ha preguntado: ¿De dónde le venía la fuerza a la Iglesia primitiva? ¿Y de dónde proviene la debilidad de la Iglesia, mucho más numerosa, de hoy? Y yo creo que ha encontrado la respuesta en el catecumenado, en este Camino ...

 

... Hay una manera, pienso, de reconstruir la parroquia basándose sobre la experiencia Neocatecumenal".

 

No queremos mencionar aquí todas las etapas históricas que han llevado a la aprobación del Estatuto, que se pueden encontrar en la Nota Historica y en las Observaciones Canónicas: en especial la carta "Ogniqualvolta" con la que el 30 de agosto de 1990, el Santo Padre reconoció oficialmente el Camino como un itinerario de formación católica.

 

Aquí nos importa sólo resaltar que la aprobación de los Estatutos es el final de un largo proceso que ha llevado al Magisterio de la Iglesia a ver, cada vez más, la necesidad de reevangelizar a los bautizados, y a reconocer en el Camino Neocatecumenal un instrumento idóneo para este fin. Faltaba, en efecto, hasta hoy un esquema detallado que pudiese ser propuesto para realizar un catecumenado post-bautismal.

 

Esto es lo que ha hecho la Santa Sede con esta decisión: aprobar y ofrecer un esquema de itinerario catecumenal post-bautismal, compuesto no sólo de etapas litúrgicas, sino con un contenido Catequético que en más de treinta años ha dado muchísimos frutos. El reconocimiento del Camino Neocatecumenal es pues una de las actuaciones concretas de las indicaciones del Magisterio, y el cumplimiento de una de las exigencias más sentidas por Juan Pablo II.

 

Giuseppe Gennarini

 

28 de Junio de 2002

© camino-neocatecumenal.org 2002

postmaster@camino-neocatecumenal.org

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